El agua es un factor esencial para todas las reacciones y el componente estructural de todas las células. Además, actúa como medio de transporte de los nutrientes y sustancias del cuerpo. Una de sus funciones más importantes es el mantenimiento de la temperatura corporal, ya que mediante la evaporación del sudor el cuerpo logra disipar el calor.
El agua es tan imprescindible que en un clima moderado los adultos no pueden vivir más de 10 días sin ella y los niños solo 5 días. Por el contrario, es posible sobrevivir sin alimento durante varias semanas.
¿Qué es la deshidratación?
La deshidratación consiste en una excesiva pérdida de agua. La pérdida de un 1% del agua corporal provoca la sensación de sed. A partir del 5% aparecen desórdenes graves, como desaceleración del ritmo cardíaco, náuseas, vómitos, apatía, delirio, espasmo muscular o deficiencia de la función renal. La pérdida de un 20% del agua corporal puede causar la muerte.
En condiciones normales, la cantidad de agua que se bebe al día es aproximadamente igual a la cantidad que se pierde: hay un equilibrio o balance hídrico. La pérdida de agua puede ocurrir a través de los riñones en la orina, a través de las heces, del aire espirado por los pulmones y a través de la piel, por el sudor. El calor extremo también favorece la deshidratación, al aumentar considerablemente las pérdidas de agua por sudor.
La ingesta adecuada de líquidos es fundamental para mantener un estado adecuado de hidratación. El requerimiento normal de agua en el adulto sano es de 1,5 a 2 litros al día. En caso de actividad física o excesivo calor se puede necesitar más de 3 litros.
La fuente principal de ingesta líquida es el agua, las bebidas e infusiones (leche, jugos, bebidas gaseosas, té, café, caldos, sopas, etcétera) y otros alimentos que presentan su consistencia modificada como helados, gelatinas, etc. También algunos alimentos sólidos aportan cantidades considerables de agua: las frutas y las verduras pueden contener hasta un 90% de agua en su composición.