En relación con la obesidad, está comprobado que tanto niños como adultos, e incluso profesionales, muestran actitudes negativas hacia las personas con sobrepeso. Estos comportamientos pueden desencadenar desórdenes alimentarios en obesos.
Se ha llegado a decir que la obesidad constituye un duro y debilitante estigma. Un “estigma” es cualquier atributo personal que desacredita profundamente a quien lo posee. En general el estigma se basa en un grupo de pertenencia, un aspecto corporal o “imperfecciones” o en problemas de carácter. Las personas obesas suelen quedar estigmatizadas en los dos últimos elementos.
Casos reales
En el Journal of Pediatrics se publicó recientemente sobre dos casos de pacientes adolescentes obesos que perdieron mucho peso pero que ahora han desarrollado fobia a subir de peso, desencadenando un desorden alimentario.
El primer caso fue un niño de 14 años que perdió 39 Kg en dos años. Aunque que el plan inicial era que aprendiera a comer sano y a hacer ejercicio, desarrollo severos problemas de conducta alimentaria que lo llevaron a una dieta con una restricción severa de kilocalorías y de ciertos alimentos.
A pesar de la pérdida de más de la mitad de su peso corporal, entre otros síntomas, los médicos inicialmente descartaron trastornos de la alimentación como un diagnóstico, de acuerdo con el estudio. Finalmente, su madre insistió en una evaluación de trastornos alimentarios.
En el segundo caso, una chica de 18 años de edad, perdió 37 Kg en tres años. Después de ver a un médico, la madre de la joven dijo que estaba preocupada porque su hija no comía nada de grasa y había restringido la comida en general.
A pesar de estos claros signos de un trastorno de la alimentación, el médico atribuyó el mareo de la niña y la falta de menstruación como los síntomas del síndrome de ovario poliquístico, deshidratación o posiblemente un desequilibrio hormonal que causa cambios en el ciclo menstrual.
Presión social
Los adolescentes obesos corren el riesgo de trastornos de la alimentación. Están recibiendo una gran cantidad de mensajes de los medios que no son saludables. Estos mensajes los hacen creer que hay algo mal con ellos. Esto les impone una presión social que se desencadena en un trastorno. Además la etapa de la adolescencia se considera de crecimiento importante por lo que no es “normal” estar en un régimen de pérdida de peso.
Cuando los padres ven a sus hijos perder peso, se deben preguntar acerca de sus hábitos de alimentación. Deben notar si se están saltando comidas o evitando los amigos o alguna conducta entorno a la comida ya que pueden ser signos de un trastorno alimentario. Otros comportamientos abarcan: ayuno, tomar pastillas para adelgazar o laxantes, vómitos y atracones.
Los desórdenes alimentarios en obesos nacen de la baja autoestima y la autoeficacia. El esfuerzo de ejercer control sobre la ingesta de alimentos es una manifestación de otros problemas subyacentes.