Nuestro cerebro necesita combustible que lo active y le permita trabajar incesantemente. Este órgano nunca descansa inclusive durante las horas de sueño. Muchas actividades cerebrales se encuentran activadas mientras dormimos. Te diremos en que consiste la secreta dieta del cerebro.
Sabemos que los órganos se alimentan particularmente. Se dice que los alimentos se parecen al órgano que alimentan. Por ejemplo, los frijoles y habas alimentan a los riñones. Las nueces al corazón.
El efectuar tareas en las que está involucrado el cerebro demanda una cantidad enorme de energía y elementos de mantenimiento.
Estas actividades como el estudio, el cálculo y la concentración son fundamentales en la vida diaria y lo más recomendable es alimentar a este motor intelectual efectivamente.
El cerebro es el órgano del cual provienen todas las órdenes a los demás órganos, está formado por infinidad de neuronas trabajando incansablemente.
El cerebro se va deteriorando a través de los años, peo si lo alimentamos de manera correcta podemos conservarlo en optimas condiciones.
Alimentos para el Cerebro
- Frutos secos: Bombas de vitaminas y minerales, entre ellos, fósforo, magnesio, potasio y un sin fin de vitaminas del complejo B.
- Aguacate: Sus grasas omega 3 son ideales para prevenir el desgaste y el envejecimiento del cerebro.
- Chía: Mejora la actividad cerebral y estimula la conexión entre neuronas.
- Pescado: Favorece la memoria por su alto contenido de fósforo fortaleciendo las capacidades propias del cerebro.
- Nueces: Sus elementos restauran la estructura del sistema nervioso central, y fija los demás nutrientes en el cerebro. Además de favorecer la oxigenación y circulación sanguínea positiva en el cerebro.
- Arándanos: Estas pequeñas frutas llenas de antioxidantes, ayudan a enfrentar el Alzheimer y restaura la mielina en conexiones neuronales.
El Dr. Alan Logan es un importante neurópata, profesor del instituto Médico Mente-Cuerpo en Harvard. En muchas de sus publicaciones indica que la naturaleza de lo que comemos influye en las capacidades intelectuales al punto de afirmar que “Lo que comemos nos hace genios o nos hace estúpidos”.
Sus estudios y publicaciones exponen la influencia que tiene la alimentación y los malos hábitos para desencadenar enfermedades graves como el cáncer y alteraciones importantes en los patrones normales del cerebro, manifestándose, depresiones, reactividad y en algunos casos lentitud del pensamiento.