Una dieta balanceada incluye productos lácteos.
Lamentablemente, muchos de nuestros pacientes tienen intolerancia a la lactosa y eso impide que puedan consumirlos.
Por lo tanto, se pierden muchos nutrientes que este grupo alimenticio ofrece.
Se estima que un 65% de la población mundial tiene problemas para digerir estos productos.
Muchos de estos casos se desarrollan después de la infancia. Pues la capacidad para digerir la lactosa se reduce después de esta etapa.
Sin embargo, también puede causar ausencia de otras sustancias.
Un estudio realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Toronto confirmó que existe una relación entre la intolerancia a la lactosa y un incremento en el consumo de alimentos ricos en vitamina D.
Esto se debe a los niveles bajos de este nutriente en el organismo de los participantes.
La vitamina D tiene un papel esencial para la correcta absorción de calcio en el intestino. También para promover la salud de los huesos, el buen funcionamiento nervioso y eliminar bacterias y virus del organismo.
La intolerancia a la lactosa se debe a una mutación del gen LCT. El cual es responsable de desarrollar este problema metabólico.
El estudio demostró que las personas con una copia mutada de este gen tenían una intolerancia a la lactosa menor que la de los participantes con dos copias mutadas.
En consecuencia, otro de los descubrimientos fue que la estatura de las personas con intolerancia a la lactosa era menor que el promedio.
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Esto podría indicar que la falta de vitamina D también inhibiría el desarrollo de los huesos. Pero es un área que aún debe estudiarse.
Como doctores, es importante que tratemos a nuestros pacientes con una alimentación completa, que les provea todos los nutrientes que necesitan. Pero con la seguridad de hacerlos sentir bien.