¿Alguna vez te has establecido la meta de formarte un nuevo hábito, únicamente para encontrarte no haciéndolo después? Sé que yo lo he hecho.
¿Por qué es tan difícil formar buenos hábitos? ¿Por qué cuesta tanto ser consistente con el cambio? ¿Cómo es que podemos tener toda la intención de convertirnos en mejores personas, pero luego ver muy poco progreso? Y aún más importante, ¿hay algo que podamos hacer?
Tus metas de vida no son tus hábitos
Las audaces metas de vida son fabulosas. Nos enorgullecemos de tenerlas. Pero es posible que esas metas estén diseñadas para distraerte de lo que realmente temes –el cambio en tus hábitos diarios que podría significar una reinvención de cómo te ves a ti mismo. –Seth Godin.
Todos tenemos sueños y esperanzas. Si no los tienes, no eres del tipo de persona que leería este artículo. Y la mayor parte de las veces, tenemos al menos una idea general de cuáles son esas metas. La forma en que queremos que luzcan nuestros cuerpos y la buena salud que queremos disfrutar. El respeto que queremos conseguir de nuestros colegas y el importante trabajo que queremos crear. Las relaciones que queremos con nuestras familias y amigos y el amor que deseamos compartir.
En general, esto es algo bueno. Es agradable saber qué es lo que quieres, y tener metas te da una sensación de dirección y propósito. Sin embargo, hay una forma en la que tus esperanzas y sueños te sabotean e impiden que seas mejor: tus deseos pueden seducirte fácilmente a morder más de lo que puedes tragar. Esto es lo que quiero decir:
– Te inspiras por The Biggest Loser, vas al gimnasio, pero te ejercitas hasta el cansancio. Por lo que necesitas los próximos tres meses para recuperarte.
– Finalmente tienes la necesidad de escribir tu libro, escribes todo el fin de semana y después regresas el lunes al trabajo y te olvidas de él.
– Te motivas por las historias de tus amigos de viajes a diferentes países. Empiezas a planear el tuyo alrededor del mundo, terminando abrumado por los detalles y quedándote en casa.
Demasiado seguido dejamos que nuestras motivaciones y deseos nos lleven a intentar resolver todos nuestros problemas de una sola vez, en lugar de empezar poco a poco con una nueva rutina.
Lo sé, lo sé. No es ni remotamente igual de ‘sexy’ que decir que perdiste 15 kilos en tres meses. Pero la verdad es ésta: los sueños que tienes son muy distintos a las acciones que te llevarán a ellos.
¿Entonces cómo balanceamos nuestro deseo de hacer transformaciones que cambien nuestra vida, con la necesidad de crear hábitos pequeños y sostenibles?
Los buenos hábitos: Sueña en grande, pero empieza pequeño
Si de verdad quieres hacer un cambio significativo (en otras palabras, si estás dispuesto a hacer las cosas mejor a como las haces actualmente), tienes que empezar en pequeño.
Imagina los típicos hábitos, tanto los buenos como los malos. Lavarte los dientes. Ponerte el cinturón de seguridad. Morderte las uñas. Estas acciones son lo suficientemente pequeñas como para que ni siquiera pienses en ellas. Simplemente las haces en automático. Son pequeñas acciones que se convierten en patrones consistentes.
¿No tendría sentido que si quisiéramos formas nuevos hábitos, la mejor forma de comenzar sería hacer pequeños cambios que nuestro cerebro pudiera aprender rápidamente y repetir automáticamente?
¿Qué pasaría si empezaras a pensar en tus metas de vida, no como en cosas grandes y audaces que únicamente podrías conseguir cuando el tiempo sea el indicado o cuando tengas más recursos, sino en comportamientos pequeños y diarios que repites hasta que el éxito sea inevitable?
¿Qué pasaría si, por ejemplo, perder 20 kilos no dependiera de que alguien descubriera la dieta perfecta o de que encontraras una voluntad sobrehumana, sino de una serie de pequeños hábitos que pudieras controlar siempre? Hábitos como caminar 20 minutos al día, beber ocho vasos de agua al día y medirte en cada comida.
Creo que la siguiente cita de BJ Fogg, un profesor en Stanford, resume bien esta idea.
Si plantas la semilla correcta, en el lugar correcto, crecerá sin mayor persuasión. Creo que ésta es la mejor metáfora para crear hábitos. La “semilla correcta” es el pequeño comportamiento que eliges. El “lugar correcto” es la secuencia (lo que viene después). Y la “persuasión” es amplificar la motivación, que pienso no tiene nada que ver con la creación de hábitos. De hecho, enfocarse en la motivación como la clave de los hábitos es equivocado.
Déjame explicarme: Si eliges bien el pequeño hábito y la secuencia, entonces no tendrás que motivarte para que crezca. Simplemente ocurrirá con naturalidad, como una buena semilla plantada en un buen lugar. –BJ Fogg.
La estrategia típica es sumergirte en lo profundo cuando recibes la dosis exacta de motivación, solo para fracasar rápidamente y desear que tuvieras más voluntad mientras que tu nuevo hábito se hunde. La nueva estrategia es entrar a la orilla y poco a poco irte a lo profundo, de manera que llegues a un punto en el que puedas nadar, estés o no motivado.
Enfócate en el estilo de vida, no en el cambio de vida
Seguido nos obsesionamos con hacer transformaciones que cambien vidas.
– Perder 20 kilos sería un cambio de vida, beber ocho vasos de agua al día es un nuevo estilo de vida.
– Publicar tu primer libro sería un cambio de vida, escribir dos cuartillas todos los días es un nuevo estilo de vida.
– Correr un maratón sería un cambio de vida, correr tres veces a la semana es un nuevo estilo de vida.
– Ganar $100,000 más al año sería un cambio de vida, trabajar cinco horas extra a la semana como freelancer es un nuevo estilo de vida.
¿Notas la diferencia?
Las metas de vida son buenas porque brindan dirección, pero también pueden engañarte y hacerte tomar más de lo que puedes lidiar. Los hábitos diarios (pequeñas rutinas repetibles) es la forma en la que puedes convertir grandes sueños en realidad.